La Soberanía de Dios y la Responsabilidad Humana
La Soberanía de Dios y la
Responsabilidad Humana
Hacia un Paradigma
Teológico-Político Bíblico para la Praxis Contemporánea
Resumen: Este artículo articula un paradigma teológico-político
fundamentado en las Escrituras, abordando la crisis de legitimidad y la
polarización de la política contemporánea. Se argumenta que la relación
dialéctica entre la soberanía divina (Souveränität Gottes) y la vocación humana
como portadora de la Imago Dei establece un marco ético
robusto que trasciende las limitaciones de las ideologías seculares. Mediante
una exégesis detallada de loci classici
(Génesis 1, Deuteronomio 10, Amós 5, Romanos 13, Apocalipsis 13), y en diálogo
crítico con teóricos como Oliver O'Donovan, N.T. Wright, y filósofos como
Jürgen Habermas, se construye un modelo de "lealtad crítica y compromiso
esperanzado". Este modelo aboga por una participación cristiana en la polis que evita tanto la teocracia como el pietismo
abstencionista, proponiendo en su lugar una praxis informada por los principios
de justicia restaurativa (mishpat), rectitud
social (tzedaqah) y una teleología escatológica.
Palabras Clave: Teología Política, Ética Bíblica, Imago Dei, Mishpat, Soberanía
de Dios, Romanos 13, Hermenéutica, Escatología, Espacio Público.
1. Introducción: La Fragestellung y el Enfoque
Metodológico
La participación
del cristianismo en la esfera pública se debate hoy entre dos peligrosos
extremos: por un lado, una sacralización acrítica de ideologías políticas
particulares, que resulta en un nacionalismo idolátrico; por otro, una retirada
pietista que, bajo el pretexto de la espiritualidad, abdica de la
responsabilidad social (Carter, 2008). Esta dicotomía revela una profunda
crisis teológica en la comprensión de la relación entre la fe y la polis. El presente estudio aborda esta problemática (la
Fragestellung o planteamiento del problema) argumentando
que un retorno a las fuentes bíblicas, interpretadas a través de una hermenéutica canónico-teológica, ofrece un paradigma
coherente y normativo para la praxis política.
Nuestro método procederá en tres fases:
- Análisis
exegético: Se examinarán pasajes determinantes del
Antiguo y Nuevo Testamento, prestando especial atención a la semántica de
términos clave en hebreo (לֶשׁוֹן הַמִּקְרָא)
y griego koiné (Κοινὴ Ἑλληνική), para establecer los cimientos
doctrinales.
- Construcción sistemática: Se sintetizarán los hallazgos exegéticos en
principios teológicos interconectados que formen un paradigma coherente.
- Diálogo y
aplicación crítica: Se pondrá este paradigma
en conversación con la filosofía política contemporánea y se aplicará al
análisis de dilemas actuales, demostrando su pertinencia y robustez.
2. Fundamentos Exegéticos para una Teología del Poder
Político
2.1. El Mandatum Culturale y la Imago Dei como Fundamento
Político (Génesis 1:26-28)
La teología
política no comienza con el Estado, sino con la Creación. La declaración de que
el ser humano es creado a "imagen" (צֶלֶם,
tselem) y "semejanza" (דְּמוּת,
demut) de Dios es una afirmación radicalmente política.
En el contexto del Antiguo Cercano Oriente, solo el rey era considerado la
"imagen" de la deidad. Génesis democratiza este concepto: todo ser
humano es un representante virreinal de Dios en la tierra (Wright, C. J. H.,
2004). El mandato de "someter" (וְכִבְשֻׁהָ)
y "señorear" (וּרְדוּ) no es una licencia
para la explotación, sino una vocación para el gobierno ordenado y sabio del
mundo creado — el mandatum culturale. Esta es la base
antropológica de toda política: la política es una esfera delegada de la
actividad co-creadora del ser humano. La Imago Dei establece
así la dignidad inherente y el valor inalienable de cada persona, constituyendo
el fundamento ontológico de los derechos humanos y el principal baluarte contra
la instrumentalización totalitaria del individuo por parte del Estado.
2.2. La Arquitectura de la Justicia en el Pentateuco: Mishpat (מִשְׁפָּט) y Tzedaqah (צְדָקָה)
La Torá
establece un paradigma de justicia que va mucho más allá de la mera justicia
procesal o retributiva. Mishpat se refiere
al conjunto de juicios y derechos que estructuran la sociedad, con un enfoque
particular en la reivindicación de los vulnerables: el huérfano (יָתוֹם), la viuda (אַלְמָנָה)
y el extranjero (גֵּר) (Deuteronomio
10:18). Tzedaqah, por su parte, no es solo una rectitud
personal, sino una rectitud social; describe una comunidad cuyas relaciones
económicas y sociales son correctas, generando un estado de bienestar integral
y paz, conocido como shalom (שָׁלוֹם).
Como argumenta Keller (2010), mishpat es el acto
de dar a las personas sus derechos, mientras que tzedaqah es el
comportamiento que, si se practica universalmente, crearía una sociedad donde
esos derechos no serían violados. Este marco legal divino establece que la
legitimidad de un sistema político-económico se mide por su trato a los más
desfavorecidos.
2.3. La Subordinación Condicional de la Autoridad: Un Análisis de Romanos
13:1-7
Este pasaje ha
sido históricamente el locus classicus para posturas de
sumisión incondicional al Estado. Sin embargo, una exégesis cuidadosa revela
una enseñanza mucho más matizada. Pablo afirma que toda "autoridad"
(ἐξουσία, exousia) deriva su legitimidad última de Dios, quien la
ha "ordenado" (τέτακται, del verbo τάσσω, tassō),
indicando un lugar en una estructura, un orden divino (taxis). No obstante, esta legitimidad es funcional y
teleológica. El gobernante es un "siervo de Dios" (θεοῦ διάκονός, theou diakonos) para el bien (εἰς τὸ ἀγαθόν). Por lo
tanto, la obediencia no es absoluta. La autoridad política opera dentro de su
esfera delegada y es legítima en la medida en que cumple su función de promover
la justicia y restringir el mal. Cuando el Estado exige lo que pertenece a Dios
(como la adoración o la lealtad última) o se convierte en un agente de
injusticia sistemática, pierde su legitimidad paulina (O'Donovan, 1996).
2.4. La Tensión Escatológica: El Estado como Siervo (Romanos 13) y como
Bestia (Apocalipsis 13)
El libro de
Apocalipsis ofrece el contrapunto escatológico indispensable a Romanos 13. La
misma estructura de poder (el Estado), que puede actuar como siervo de Dios,
tiene el potencial de convertirse en una "bestia" blasfema que exige
adoración total y persigue a los fieles. Apocalipsis 13 describe la deificación
del poder político, una forma de idolatría que demanda una lealtad que solo
Dios merece. Este doble testimonio bíblico establece el principio fundamental
de la lealtad crítica. El cristiano vive en la tensión del
"ya, pero todavía no": reconoce la necesidad y el rol providencial
del gobierno civil en la era presente, pero se niega a otorgarle un estatus
último o mesiánico, reservando su lealtad suprema al Reino de Dios. Esta
perspectiva escatológica prohíbe tanto la anarquía como la idolatría del
Estado.
3. Hacia un Paradigma Sistemático de Compromiso Político
La exégesis de estos textos nos permite formular un
paradigma con cuatro pilares interdependientes:
- Soberanía
Delegada: Toda autoridad política es secundaria,
derivada y responsable ante la soberanía de Dios. No es autónoma.
- Dignidad
Antropológica: La Imago Dei es el fundamento no negociable de la
dignidad humana, la justicia y los derechos, y debe ser el centro de toda
política justa.
- Justicia
Restaurativa: El propósito de la política no es meramente
el mantenimiento del orden (status quo),
sino la búsqueda activa del mishpat y la tzedaqah para crear una comunidad de shalom.
- Horizonte
Escatológico: El compromiso político del creyente es
siempre provisional y crítico, motivado por la esperanza en la consumación
del Reino de Dios, que juzga y redime toda estructura política humana.
4. Diálogo Crítico con la Modernidad Tardía
Este paradigma
entra en un diálogo necesario con el pensamiento político contemporáneo. Frente
al liberalismo procesal de figuras como John Rawls (1993),
que busca un consenso superpuesto en una "razón pública" despojada de
cosmovisiones "comprehensivas", el paradigma bíblico insiste en que
toda política se deriva de una visión sustantiva del bien. El desafío no es
eliminar la moralidad de la política, sino argumentar públicamente por qué una
moralidad fundamentada en la Imago Dei y la
justicia restaurativa es más humana y justa.
En conversación
con la teoría del discurso de Jürgen Habermas (2006), quien ha
reconocido la necesidad de "traducir" las intuiciones religiosas al
lenguaje secular, nuestro paradigma afirma la validez de la voz religiosa en el
espacio público. El creyente no tiene por qué abandonar su marco de referencia,
sino que debe aprender a articular sus convicciones de manera que sean
inteligibles y persuasivas para sus conciudadanos, apelando a realidades
universales como la dignidad, la justicia y la compasión, que encuentran su
anclaje más profundo en el carácter revelado de Dios.
Aplicado a la crisis del populismo nacionalista, nuestro paradigma lo
desenmascara como una forma de idolatría. Al definir la comunidad política en
términos étnicos o nacionalistas excluyentes y al ofrecer un líder como figura
salvífica, el populismo viola tanto la universalidad de la Imago Dei como el primer mandamiento. La respuesta
cristiana no es un cosmopolitismo sin raíces, sino un "patriotismo
pactal", un amor por la propia comunidad que permanece siempre abierto y
responsable ante el mandato de amar al extranjero y buscar la justicia para
todos los pueblos.
5. Conclusión
El paradigma
teológico-político que emerge de las Escrituras no es un cianotipo para un
partido político cristiano, ni una justificación para una teocracia. Es un
conjunto de principios normativos que deben guiar la conciencia y la praxis del
creyente como ciudadano. Nos llama a un compromiso político que es a la vez realista, reconociendo las realidades caídas de un
mundo quebrantado, y esperanzado, sabiendo que la
historia se mueve hacia la consumación del Reino de justicia de Dios. Este
compromiso se manifiesta en la defensa de los débiles, la promoción de leyes
justas, la denuncia profética de la idolatría del poder y la construcción de
comunidades que encarnen, de manera imperfecta pero tangible, el shalom del Reino venidero. Es, en esencia, una forma de
testimonio (martyria) en la polis, una
participación fiel en la misión de Dios hasta que Él haga nuevas todas las
cosas.
Referencias Selectas
Carter, S. L. (2008). God's Name in Vain: The Wrongs and Rights of Religion in Politics.
Basic Books.
Habermas, J. (2006). Religion
in the Public Sphere. European Journal
of Philosophy, 14(1), 1–25.
Keller, T. (2010). Generous Justice: How God's Grace Makes Us Just. Dutton.
O'Donovan, O. (1996). The Desire of the Nations: Rediscovering the Roots of Political
Theology. Cambridge University Press.
Rawls, J. (1993). Political Liberalism. Columbia University Press.
Wright, C. J. H. (2004). Old Testament Ethics for the People of God. IVP Academic.
Comentarios