La ética en los personajes biblicos más conocidos del Antiguo Testamento
La Complejidad del Carácter
Moral
Un Análisis
Multidisciplinario de la Ética en Personajes Selectos del Antiguo Testamento
Resumen
Este estudio
investiga la compleja arquitectura ética de los personajes más prominentes del
Antiguo Testamento. Lejos de ser arquetipos morales planos, figuras como
Abraham, Moisés y David se presentan en el texto hebreo con una profunda
ambigüedad que desafía las lecturas simplistas, ya sean hagiográficas o de
condena sumaria. Utilizando una metodología multidisciplinaria que integra la
exégesis del texto hebreo (Leshon HaMikrá), la
teología bíblica, la ética filosófica (deontología, ética de la virtud y teoría
del mandato divino) y un análisis comparativo con el contexto del Antiguo
Cercano Oriente (ACO), esta disertación argumenta que las narrativas
veterotestamentarias no ofrecen modelos de conducta para ser imitados
acríticamente, sino más bien paradigmas descriptivos y pedagógicos. Estos
relatos exploran la tensión inherente entre la soberanía divina, la falibilidad
humana y el desarrollo progresivo de la comprensión moral en el marco de la
historia del pacto. Se concluye que la ética de estos personajes funciona como
un espejo teológico que refleja la condición humana caída y la necesidad de la
gracia divina, más que como un manual de casuística moral.
Introducción
El Antiguo Testamento, piedra angular del monoteísmo
ético, presenta una galería de personajes cuya influencia en la civilización
occidental es innegable. Sin embargo, un escrutinio honesto de sus biografías
revela un desconcertante claroscuro moral. Abraham, el padre de la fe, miente
sobre la identidad de su esposa por temor; Moisés, el gran legislador, es un
asesino fugitivo; David, el rey "conforme al corazón de Dios", es un
adúltero y un homicida. Esta disonancia ha sido, históricamente, una fuente de
perplejidad para los creyentes y un punto de ataque para los críticos de la fe
(ver, p. ej., Dawkins, 2006).
El problema central no es meramente la existencia de
fallas morales, sino la aparente aprobación o, al menos, la elección continua
de estos individuos por parte de Yahweh. ¿Cómo puede un Dios santo y justo
utilizar instrumentos tan imperfectos para sus propósitos redentores? Este estudio
aborda esta cuestión, no con la intención de ofrecer una teodicea exhaustiva,
sino de proponer un marco interpretativo que respete la integridad del texto
bíblico y, a la vez, dialogue seriamente con la sensibilidad ética
contemporánea.
La tesis central
es que el Antiguo Testamento despliega una "ética de la realidad" en
contraposición a una "ética idealizada". Los narradores bíblicos,
inspirados por el Ruach Hakodesh (Espíritu Santo), no
censuran las transgresiones de sus héroes. Por el contrario, las exponen con
una honestidad brutal para cumplir un propósito teológico superior: demostrar
que la relación de pacto de Dios con la humanidad no se basa en la perfección
moral humana, sino en la fidelidad y la gracia divinas. La ética
veterotestamentaria es, por tanto, una ética de la tensión, del proceso y de la
redención.
1. Marco Metodológico: Más Allá del Moralismo Anacrónico
Para analizar la ética de los personajes bíblicos es
imperativo evitar el anacronismo, que consiste en juzgar las acciones del
pasado con los criterios del presente. Este estudio se fundamenta en un triple
enfoque:
- Contexto
Histórico-Cultural: Las acciones de los
patriarcas y reyes deben entenderse en el marco de las normas culturales y
legales del Antiguo Cercano Oriente (ACO). Códigos como el de Hammurabi o
los tratados hititas, aunque distintos, proveen un trasfondo que ilumina
la singularidad y el avance ético de la Torá en áreas como la dignidad
humana y la justicia social (Wright, 2004). Sin embargo, también muestran
que prácticas como el concubinato o la guerra bajo el mandato del ḥērem (חֵרֶם),
aunque hoy nos resulten moralmente repugnantes, formaban parte del tejido
social y militar de la época.
- Análisis
Teológico-Narrativo: La Biblia no es
primariamente un libro de texto sobre ética filosófica, sino una gran
narrativa teológica. Las acciones de los personajes adquieren su
significado ético principal en relación con la historia del pacto de Dios
con Israel. Por ello, la pregunta clave no es siempre "¿Fue esta
acción moralmente correcta según un estándar universal?", sino
"¿Qué revela esta acción sobre la fe del personaje, la naturaleza de
Dios y el progreso de la historia de la salvación?". La obra de
teólogos como Walter Brueggemann (1997) ha sido fundamental para resaltar
esta dimensión narrativa.
- Diálogo
Filosófico-Crítico: Un análisis robusto no
puede ignorar los desafíos planteados por la filosofía ética. La Teoría del Mandato Divino (TMD), que postula que
lo bueno es aquello que Dios ordena, se enfrenta directamente al dilema de
Eutifrón de Platón: ¿algo es bueno porque Dios lo ordena, o Dios lo ordena
porque es bueno? El sacrificio de Isaac (Akedah, עֲקֵדָה) en Génesis 22 es el locus classicus de este debate. Asimismo, la ética de la virtud, con su énfasis en el carácter
('ethos), ofrece un marco más
holístico que el mero análisis de actos aislados (un enfoque más
deontológico o consecuencialista), permitiéndonos evaluar la trayectoria
de vida de un personaje (Pojman & Fieser, 2017).
2. Estudio de Casos: Paradigmas de la Tensión Ética
2.1. Abraham: La Teleología de la Fe y la Ambivalencia
Moral
Abraham es presentado como el arquetipo de la fe (Génesis
15:6). Sin embargo, su biografía está marcada por decisiones éticamente
cuestionables. En dos ocasiones (Génesis 12:10-20; Génesis 20:1-18), hace pasar
a su esposa Sara por su hermana para proteger su propia vida, exponiéndola a la
vergüenza y al abuso. Este acto, una clara violación de la confianza y un
fracaso en su deber de protección, es una muestra de miedo que contrasta
agudamente con su posterior demostración de fe.
El cenit de su
prueba ética es, sin duda, la Akedah. El mandato
divino de sacrificar a su hijo Isaac representa una colisión frontal entre el
deber religioso (obediencia a Dios) y el deber ético fundamental (proteger la
vida del propio hijo). Para Immanuel Kant, una orden así nunca podría ser un
imperativo categórico y, por tanto, debería ser desobedecida (Kant, 1785/2002).
En cambio, Søren Kierkegaard (1843/1983) vio en Abraham al "caballero de
la fe", quien realiza una "suspensión teleológica de lo ético",
trascendiendo la ética universal por una relación absoluta con lo Absoluto.
Desde una perspectiva teológico-pactual, el evento no es
una apología del sacrificio de niños (práctica abominable para la Torá), sino
la prueba final de la lealtad de Abraham al Dador de la promesa por encima de
la promesa misma (el hijo). La intervención divina al final reafirma la
santidad de la vida y revela que la prueba era sobre la disposición del
corazón, no sobre la consumación del acto (Fretheim, 1994). La ética abrahámica
es, pues, una ética de la confianza radical en la bondad de un Dios cuyos
mandatos pueden parecer, momentáneamente, inescrutables.
2.2. Moisés: La Violencia del Legislador y la Justicia
Divina
Moisés es el mediador de la ley divina, pero su carrera
comienza con un acto de violencia extrajudicial: el asesinato de un capataz
egipcio (Éxodo 2:11-12). Aunque motivado por un sentido de justicia, su método
es el de la venganza personal, lo que le obliga a huir al exilio. Este evento
inicial lo perfila como un líder apasionado pero imperfecto, que debe ser
moldeado por Dios en el desierto antes de poder liderar a Israel.
La crítica ética
más severa contra Moisés se dirige a las órdenes de conquista y la práctica del
ḥērem, la dedicación total a la destrucción del enemigo
(p. ej., Deuteronomio 7:1-2). Para críticos como Richard Dawkins (2006), esto
evidencia un "monstruo moral" en el Dios del Antiguo Testamento. Una
respuesta académica requiere varias capas de análisis:
- Retórica de
la Hipérbole: La arqueología y el análisis textual sugieren
que el lenguaje de aniquilación total funcionaba como una hipérbole
militar común en la propaganda de guerra del ACO, más que como un reporte
literal de genocidio (Copan, 2011).
- Contexto
Teológico: Las naciones cananeas no son destruidas por
ser étnicamente distintas, sino que la narrativa las presenta como
cultural y religiosamente corruptas hasta un punto de no retorno (ver
Génesis 15:16). El ḥērem se
enmarca como un acto de juicio divino y de purga para evitar el
sincretismo que destruiría la misión de Israel de ser "luz para las
naciones".
- Perspectiva
Adventista: Dentro de la teología adventista, estas
narrativas se interpretan a la luz del "Gran Conflicto" entre
Cristo y Satanás. Las acciones violentas, aunque problemáticas, se ven
como intervenciones necesarias y dolorosas en un mundo caído para
preservar el linaje a través del cual vendría el Mesías, la solución final
al problema del mal (White, 1888/1995).
La propia descalificación de Moisés para entrar en la
Tierra Prometida por un acto de ira y desobediencia (Números 20:7-12) es
teológicamente significativa. Demuestra que ni siquiera el más grande de los
profetas está por encima de la ley de Dios. Su vida es un testimonio tanto del
poder de Dios para usar a individuos imperfectos como de la estricta justicia
divina que no hace acepción de personas.
2.3. David: La Piedad Profunda y la Corrupción del Poder
David es quizás el personaje más complejo y
"humano" del Antiguo Testamento. Es el valiente pastor, el poeta de
los Salmos, el amigo leal y el rey que unifica a la nación. La Escritura lo
elogia con la fórmula "un hombre conforme al corazón de [Dios]" (1
Samuel 13:14; Hechos 13:22). Sin embargo, el relato de su adulterio con Betsabé
y el subsiguiente asesinato por encargo de su esposo, Urías el hitita (2 Samuel
11), es una de las narrativas más crudas sobre el abuso de poder en la
literatura antigua.
El texto bíblico no mitiga la ofensa de David. De hecho,
la condena profética a través de Natán (2 Samuel 12) es un modelo de
confrontación ética. Lo que distingue a David no es su impecabilidad, sino la
profundidad de su arrepentimiento (Salmo 51). Su caso ilustra un punto central
de la ética bíblica: el pecado es devastador, pero la posibilidad de la gracia
y la restauración a través del arrepentimiento genuino es siempre presente.
Desde la ética de la virtud, David es un caso de estudio
fascinante. Posee virtudes cardinales como el coraje, la lealtad y la piedad,
pero sufre un colapso catastrófico debido a la lujuria y el orgullo. Su vida
demuestra que las virtudes no son posesiones estáticas, sino que deben ser
mantenidas y cultivadas, y que el poder es un corrosivo potente del carácter
moral. La narrativa davídica funciona, por tanto, como una advertencia perpetua
contra la complacencia y la racionalización del pecado, especialmente para
aquellos en posiciones de autoridad.
3. Conclusión: Hacia una Hermenéutica de la Humildad
El análisis de la ética de los personajes del Antiguo
Testamento nos obliga a abandonar las categorías morales simplistas. Estos
relatos no nos presentan santos de vitral, sino seres humanos de carne y hueso,
atrapados en la tensión entre el llamado divino y su propia naturaleza
fracturada.
- Rechazo del
Perfeccionismo: El estándar para el
liderazgo y el favor divino en el Antiguo Testamento no es la perfección
moral, sino la fe, la lealtad al pacto y un corazón que, a pesar de sus
caídas, está dispuesto a arrepentirse y volver a Dios.
- Pedagogía
Divina: Las fallas de los héroes de la fe cumplen una
función pedagógica crucial. Enseñan sobre las consecuencias del pecado, la
naturaleza seductora del poder y, sobre todo, la inmensidad de la gracia
de Dios que puede obrar a través de instrumentos imperfectos.
- Trayectoria
hacia Cristo: Desde una perspectiva teológica cristiana y
sistemática, la ética imperfecta del Antiguo Testamento crea una tensión
que solo se resuelve en la persona de Jesucristo. Él es el único héroe de
la narrativa bíblica que encarna perfectamente la ley, el único rey justo,
y el único que vive en completa obediencia al Padre. Los personajes
veterotestamentarios son, en este sentido, prefiguraciones imperfectas que
señalan hacia la necesidad de una perfección que solo se encontraría fuera
de ellos mismos.
En última instancia, estudiar la ética de estos
personajes es un ejercicio de humildad. Nos obliga a confrontar nuestras
propias ambigüedades morales y a reconocer que el fundamento de la relación con
Dios no reside en nuestra justicia propia, sino en la Suya. El Antiguo
Testamento nos enseña que los elegidos de Dios no son elegidos por ser buenos,
sino que son llamados a un proceso de santificación para llegar a serlo, un
proceso marcado por tropiezos, arrepentimiento y la inagotable gracia del Dios
del pacto.
Referencias
Brueggemann, W. (1997). Theology of the Old Testament: Testimony, dispute, advocacy.
Fortress Press.
Copan, P. (2011). Is God a moral monster? Making sense of the Old Testament God.
Baker Books.
Dawkins, R. (2006). The God delusion. Bantam Press.
Fretheim, T. E. (1994). The
book of Genesis. En L. E. Keck (Ed.), The New Interpreter's Bible,
Vol. 1 (pp. 319–674). Abingdon Press.
Kant, I. (2002). Groundwork for the metaphysics of morals (A. W. Wood,
Ed. & Trans.). Yale University Press. (Obra original
publicada en 1785).
Kierkegaard, S.
(1983). Fear
and trembling (H. V. Hong & E. H. Hong, Eds. & Trans.).
Princeton University Press. (Obra original publicada en 1843).
Pojman, L. P.,
& Fieser, J. (2017). Ethics: Discovering right and wrong (8th ed.). Cengage Learning.
White, E. G.
(1995). Patriarcas y profetas. Asociación Publicadora
Interamericana. (Obra original publicada en 1888).
Wright, C. J. H. (2004). Old Testament ethics for the people of God. IVP Academic.
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